Izzi tiene trabajadores coludidos con el crimen organizado… y les vale madres
Siempre había escuchado historias de terror en México, ahora me tocó vivir una en carne propia
Por fin sucedió, después de dos meses y medio desempleado, el 16 de junio fue mi primer día en mi nuevo trabajo. Mi jornada empezaba a las 10. A las 13:00 tenía mi primera junta. Para ¿mi suerte? el internet de la casa dejó de funcionar a las 11:30. Después de reiniciar el módem en varias ocasiones, me di por vencido y llamé a Izzi. Tras una llamada de 40 minutos, que me hizo llegar 10 minutos tarde a esa primera junta de trabajo, me agendaron una cita para el 17 de junio entre 14:00 y 18:00, aunque me aseguraron que podían llegar el mismo día para hacer “cambio de cableado”.
El 17 de junio me citaron a junta a las 11:00. A las 10:50 tocaron y eran dos técnicos de Izzi. Parecía una bendición que llegaran justo a tiempo para mi día de trabajo, ignoraba que iba a vivir la peor experiencia de mi vida.
Todo parecía normal. Tenían una camioneta de Izzi, uniformes de Izzi, herramientas y hasta cubrebocas, incluso dijeron que iban a hacer “revisión de cableado”. Yo debí ser mucho más cauto, pero con prisas, les abrí sin revisar sus documentos.
Los “trabajadores” parecían demasiado amigables aunque un poco entrometidos. Después de estar atento durante cinco minutos, los dejé para asistir a mi junta. La puerta de mi cuarto permaneció abierta por si tenían alguna duda importante y para evitar que se embolasaran algo sin vigilancia. Insistían mucho en si teníamos más líneas de teléfono y yo les aseguraba que solo teníamos una de Izzi (las de otras compañías no debían tener importancia para ellos). Hablaban con un “ingeniero” por medio de auriculares, imaginaba que había un ingeniero que revisaba el cableado en el exterior de la casa, ellos también se llamaban ingenieros entre ellos, pensé que era un chiste local. Me pidieron acceso al techo, se me hizo raro pero no lo pensé mucho. Después de asegurarse que no teníamos teléfono y que nuestra pastor belga estaba encerrada, comenzó la pesadilla.
En los minutos previos, uno de los trabajadores me atosigaba con preguntas irrelevantes, su intención era que me acercara al modem, pero me era imposible porque debía estar atento a la junta. Cuando vio que no me iba a acercar, entró a mi cuarto, sacó una pistola y me dijo “ya valiste verga”. En ese instante llegué a pensar que me iba a ejecutar ahí.
Me sacó de mi cuarto, me amarró manos y pies. Me amordazó con cinta de aislar. El otro delincuente trajo a nuestra empleada doméstica amarrada al mismo lugar. Pronto neutralizaron por completo a mi papá. Nos pidieron dinero, amenazando de formas brutales. Tenían dos pistolas y un cuchillo. Nos enseñaron los cartuchos cargados con balas. Íbamos a cooperar con todo lo que nos pidieran. El problema es que nunca sabes lo que puede suceder a merced de un psicópata.
Querían efectivo. No creían que no contáramos ni con 3,000 pesos. Me preguntaron si prefería que me cortaran el muslo derecho, el izquierdo o los genitales (escogí el muslo izquierdo). Amenazaron con secuestrar a la trabajadora doméstica. A mi papá le cortaron la camisa y le pusieron un cuchillo en el cuello, mientras le decían que le iban a cortar los dedos si no entregaba el dinero. A todos nos amenzaron de muerte con sus armas. Cuando nos sentaron para interrogarnos supe que su actuación era parte de un bluff para que les entregaramos todos nuestros objetos de valor, sin embargo, cuando sientes la punta de un cuchillo tocar tu entrepierna hasta la duda más pequeña se vuelve titánica.
Actuaban como los villanos de su propia película (algo así como Funny Games actuada por Vadhir Derbez). Se notaba que tomaban inspiración de algún personaje de ficción, aunque no puedo decir quién específicamente. Uno era el criminal “bueno” y el otro el criminal malo. Jugaban con su cuchillo, tenían frases predeterminadas y peculiaridades de personaje -por ejemplo, uno de ellos nos presumió cuando se robó una caja de Broncolin-.
El criminal “bueno” nos aseguró que era ratero y asesino pero no violador, también entró en un debraye sobre cómo abandonó su carrera de ciencias políticas y porqué odia al gobierno de México, especialmente a nuestro actual presidente. El criminal malo se limitaba a preguntar por dinero y hacer amenazas fuertes. El malo me golpeó en dos ocasiones con la culata de su arma, una vez en el pecho y otra en la rodilla. El “ingeniero” con el que hablaban por teléfono resultó ser una persona que vigilaba cualquier movimiento cercano a nuestra casa.
Después de tomar cualquier cosa que pareciera tener algún valor y dejar el cuarto de mis papás como muladar, los criminales comenzaron a despedirse. Su adiós consistió en decirnos que no reportaramos al banco las tarjetas robadas, ni denunciáramos ante la polícia. Decían tener contactos dentro del organismo que informarían a su banda sobre nuestra denuncia. Nos aseguraron que si desobedecíamos sus indicaciones, alguien iba a regresar a matarnos.
Antes de irse, el criminal “bueno” le preguntó a mi papá si padecía de alguna condición, le contestó que era hipertenso y el criminal de forma burlona le dijo que al día siguiente amanecería diabético. Quería arrancarle la cara y tirarle los dientes, pero sabía que cualquier movimiento podía costar una vida.
Está situación me generó el mayor coraje y también el mayor terror de mi vida. Siempre había sentido miedo ante ciertas circunstancias, lugares, horarios y personas en México, ahora es la primera vez en mi vida que siento miedo dentro de mi propia casa. Han pasado cuatro noches desde ese día y no he logrado conciliar el sueño sin la luz del Sol. No obstante, lo que sucedió después del asalto me generó más asco, impotencia, decepción e ira que el propio asalto.
Cuando quedamos libres de nuestras ataduras, decidimos esperar a mi mamá (quien por suerte estaba fuera) para determinar qué debíamos hacer con las denuncias. Lo discutimos durante algunos minutos y quedamos de acuerdo en que lo mejor era contactar a la policía local.
Los encontramos cerca de nuestra casa para evitar alertar a los criminales. Últimamente está muy de moda odiar a los “puercos” (existen razones MUY válidas para hacerlo), sin embargo, nuestra experiencia con la policía local siempre ha sido impecable. La recomendación del oficial fue que NO denunciáramos, de acuerdo con él, si se involucra la policía de investigación, iba a ser más difícil para ellos ayudarnos (insisto, en algunas otras ocasiones que hemos tenido problemas o sospechas, los policías locales han actuado de forma impecable y eficaz). A pesar de que puedo entender la recomendación del policía, su respuesta me parece lo más patético que he escuchado en mi vida y la mejor prueba de que vivimos en un estado fallido.
Nuestra siguiente parada fue Citibanamex. Había una fila eterna y yo quise acercarme a una ¿ejecutiva? para ver si nos podían ayudar de alguna forma en esta situación de emergencia. Su respuesta fue, de nuevo, patética. Nos dijo que eso no se podía hacer en la sucursal y que se debía hacer por teléfono. A lo cual le contesté que no contábamos con ningún teléfono porque estaban cortados o robados. Yo pensaba que en ese momento ella iba, por lo menos, a buscar una forma de ayudarnos en esta situación de urgencia. Evidentemente soy un pendejo iluso, lo único que le permitió su iluminación fue señalarme que en el fondo del banco había un teléfono (el cual no servió para nada porque no teníamos los datos necesarios para hacer un trámite telefónico).
Fuimos a AT&T: lo mismo de siempre. Trabas, “aquí no”, “en la otra sucursal”. Entiendo que estas medidas pueden ser benéficas para la seguridad de todos, pero me parece ridículo que esos parásitos no puedan hacer un mínimo esfuerzo, salir de su pequeña zona de confort e intentar ofrecer una posible solución a un problema de urgencia. En defensa de esta empresa, al día siguiente, en la cuarta sucursal, un empleado hizo un verdadero esfuerzo y resolvió el problema (más de 24 horas después).
Aunque la cereza en el pastel de mierda corporativa fue Izzi. Cuando intentamos contactarlos con una situación gravísima, se limitaron a dar respuestas robóticas, a decir que eso era asunto de la policía e incluso que fue nuestra culpa porque la cita era entre 14:00 y 18:00 (insisto en que el operador dijo que era posible que los técnicos llegaran el mismo día del reporte). Por cierto, cinco días después no ha llegado el verdadero técnico. Incluso ya vino una nueva compañía a instalar su equipo. Mientras tanto Izzi solo nos ha contactado en una ocasión (para preguntar si habían venido los técnicos).
Mi familia y yo responsabilizamos a Izzi totalmente por filtrar información que nos causó daños físicos, psicológicos y materiales. Los criminales sabían que teníamos una cita con Izzi ese día y también sabían que iban a hacer “revisión de cableado”, no instalación, no un problema con el receptor de televisión o cualquier otro trabajo.
Estamos viviendo la peor crisis en la historia de la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, en estos momentos tenemos que ser más precavidos, defensivos e incluso paranoicos que nunca. Nosotros lo aprendimos por la mala. Por favor, toma todas las precauciones posibles en estos tiempos. No importa si dejas a los técnicos o al repartidor esperando mucho tiempo, es mejor perder tu comida o internet, que arriesgar tu vida.
A pesar de toda la oscuridad y horror que vivimos el 17 de junio, existen pequeños resquicios de luz que nos permiten mantener una mínima esperanza en nuestro país. Hemos recibido extraordinarias muestras de apoyo que nos llenan de gratitud por parte de vecinos, familiares e incluso compañeros de trabajo que todavía no me conocen por la contingencia.
Para cerrar, quiero primero agradecer a cualquier energía que haya permitido que todos en mi casa estemos hoy sanos y salvos, llámese suerte o una fuerza divina. No obstante, tan solo en 2019 hubo 35,588 mexicanos asesinados que no contaron con nuestra dicha, 21 defensores de derechos humanos forman parte de la estadística anual, al igual que 11 feminicidios y tres infanticidios TODOS los días. Lo más triste del asunto es que en México solo el 1.3% de la víctimas logran que se haga justicia, lo que nos convierte en uno de los países con mayores índices de impunidad según diversos estudios. Por supuesto que impunidad y corrupción siempre van de la mano y en eso México es líder mundial. Si estos datos no te alarman de una forma importante, te invito a reelerlos, te invito a repensarlos, te invito a que te des cuenta de que vivimos en un infierno.
Me queda claro: necesitamos un cambio urgente y radical. Se demostró sin lugar a duda que las opciones del sistema no van a hacer NADA por los ciudadanos (PRI, PAN, Morena/PRD) y que incluso van a hundir al país en más violencia, corrupción y miseria. He escuchado esta opinión de todo tipo de mexicanos, de intelectuales, derechairos, taxistas, hippies, fifís, la señora de las quesadillas, amigos, enemigos, pueblo bueno y, ahora, hasta un criminal. Los verdaderos mexicanos tenemos que organizarnos desde YA para poder comenzar a reimaginar el país para 2024 (o antes si es que se cumple la promesa de la revocación de mandato). Este último párrafo no pretende hacer proselitismo para ningún grupo político existente, al contrario, espero poder generar debate, propuestas, e idealmente una organización que engendre la semilla del cambio que, si se hace de la mejor forma, tardará generaciones en florecer como la dignidad que merece México.
Actualización a un año del suceso: Primero que nada perdí mi trabajo porque evidentemente uno no puede tener un desempeño aceptable mientras labora sentado en el mismo lugar donde una persona te encañona y a pasos del lugar donde te golpearon, amenazaron y amarraron. En segundo lugar la policía tampoco ha logrado nada y es altamente probable que los criminales que nos atacaron sigan libres, no se podía esperar otra cosa, algunos párrafos atrás escribí sobre los niveles de impunidad en México y de acuerdo con las estadíticas, hubiera sido un milagro que este crimen se resolviera. Por último y creo más importante para usted, lector, este crímen sigue sucediendo y la gente de Izzi sigue sin hacer absolutamente nada. Cuando esta nota se hizo viral, nos contactaron Georgina Gonzalez Ponce, quien dice ser Directora General Experiencia del Cliente & Región Televentas y Ramón Pérez Amador, quien dice ser Coordinador Jurídico de Revision y Cumplimiento Patrimonial, de forma ilusa, pensé que trabajaríamos en conjunto para solucionar los problemas que este suceso causó y evitar que esto sucediera otra vez, sin embargo, en cuanto dejamos de hacer ruido, los empleados de Izzi brillaron por su ausencia. Lo que me hace sospechar que no solo les vale madres, como digo en el título, sino que incluso el grupo criminal que labora bajo sus estandártes, es parte de la organización de Izzi.